Fue otro salto importante. Seguíamos siendo latinos, porque hasta el curso siete toda nuestra base de estudios eran las humanidades, los latines que se decía antaño. Pero pasábamos a vivir al Pabellón de Filosofía. Nuestros dormitorios, de las vistas a Vitoria y Teología cambiábamos al lado opuesto para ver Ali y Teología, que éstos tenían los dos pabellones del centro.
Ya estaba la Iglesia Católica lanzada en Roma con el Concilio Vaticano II. Pronto se quitaría la sotana y el alzacuellos, pero ese curso no nos libramos. Para nosotros era el primer año que vestiamos todos los días de curas. Y en los actos importantes nos colocábamos la beca, esa "especie de chia que usaban los clérigos constituidos en dignidad". Lo que recuerdo de ella es que era roja y como una bufanda gigante que llevaba la vuelta en el pecho y las dos "alas" por encima de los hombros y al aire para atrás. Y que cuando hacía viento era mucho lío mantenerla en su sitio.
De nuevo pasábamos a ser los pequeños, esta vez en el pabellón de los medianos, con 7ª de Latinos y los dos cursos de Filosofía. Tuvimos que cambiar algunas costumbres, una especie de paso de la adolescencia a la juventud. Por citar una, debíamos estudiar en nuestra habitación, por supuesto individual, con lavabo y mesa de estudio.
El curso lo iniciamos y terminamos 28. Y el único que abandonó el 24 de junio fui yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario